Me cuenta hoy Irene, una amiga mía, que se pasó el puente de Todos los Santos en un pueblecillo con toda la familia de sus progenitores, primos en segundo, tercero y en quinto grado incluidos.
Por un lado se lo ha pasado muy bien junto a esos familiares con los que se lleva bien y a los que habitualmente no ve.
Recuerdo cuando yo tenía su edad, me encantaba tener tanta familia y un lugar remoto para perderte, llegar a casa tarde y que nadie te riñera, porque estabas en un micropueblo con una legión de primos y primas en grado superlativo, lejanísimos….
Como había de todo y cada uno y una estábamos criados por un padre y una madre distintos, con unos te llevabas de maravilla, con otros fatal y con otros no te llevabas.
Pues decía Irene que se lo ha pasado de maravilla contra todo pronóstico, que a ella estas macro reuniones familiares la dan mucho «yuyu», porque hay que aguantar a mucha familiada besándote, haciéndote preguntas, pidiéndote que colabores en no sé qué cosas importantísimas, para luego decirte que no hagas eso, que hagas otra cosa….Un caos, vamos, como el arca de Noé pero sin Moisés poniendo orden entre las parejas de animales.
La he preguntado que si ha tenido algún percance o qué y me dice que no, que para su sorpresa todo ha ido sobre ruedas y se ha divertido mucho.
–¿Y cómo lo has hecho con tanto pariente besucón y mandón suelto?
–“Pues muy fácil”- me dice ella- “a esos que me caían fatal y que todo lo que me decían me sentaba mal o me parecían tremendas tonterías, decidí sonreírles y no meterme con ellos y al no encontrar oposición me dejaban tranquila.”
Cada cuál que saque sus conclusiones, pero dice Irene que para cuatro días no iba a discutir con gente que quizá no vuelva a ver y que además se ha convencido de que algunas personas van buscando la boca a las demás y cuando no la encuentran, simplemente pasan y se van a fastidiar a otro lado.
Mi amiga Irene tiene 13 años y estoy segura de que muchísimos adultos no tienen el buen juicio y la templanza que ella ha demostrado. ¿Qué os parece?